ELENA VIÑAS
http://www.diariovasco.com
Estados Unidos, Dubai, Francia, Costa Rica... El pasaporte de Zigor Vázquez es un reflejo de su ajetreada vida. Hoy en Donosti, la semana que viene en México, la siguiente en algún remoto país. De la mano de la ONG Sodepaz ha aprendido a conjugar su pasión por los viajes con la satisfacción de ayudar a los demás. El jueves mostrará su experiencia a través de las fotografías que se expondrán en el Centro Cultural Ernest Lluch durante la conferencia Bolivia entre la crisis y el cambio, que ofrecerá Franz Barrios.
- Cuénteme su última aventura por el mundo.
- En noviembre hice un viaje por motivos laborales a Jordania, Arabia Saudí, Irán y Dubai, y me pasó algo un poco curioso. Era la tercera vez que visitaba Irán y no esperaba encontrar grandes cambios. Sin embargo, cuando llegué, además de la documentación necesaria para entrar en el país, me exigieron una carta de presentación que no llevaba. De nada sirvió que dijera que iba a ver a unos clientes. Me echaron del país, me deportaron.
- ¿De verdad le deportaron?
- Sí, por primera vez. Me dieron un billete de vuelta a Dubai y no veas los problemas que tuve para encontrar hotel. Acababa de terminar el Ramadán y aquello era como Las Vegas en Estados Unidos. Al final, conseguí donde alojarme, pero estuve dos días con la maleta perdida.
- Menuda odisea...
- No se me olvidará.
- Dicen de usted que es un viajero empedernido.
- Tengo la suerte de viajar mucho por trabajo. Es algo que te permite conocer mundos muy diferentes. He estado en Latinoamérica, en Australia, en distintos países árabes... Es muy enriquecedor. Conoces mucha gente y otros puntos de vista. Ten en cuenta que lo que yo hago son viajes de trabajo y si tienes buena relación con el cliente, puedes integrarte más en la cultura local que si haces un viaje turístico.
- Se nota que disfruta.
- Me lo inculcaron mis padres. Empecé a viajar con 9 años. Pasaba los veranos en Inglaterra, hice tercero de bachillerato en Estados Unidos y estuve dos años de Erasmus en Francia. Al principio me resultaba un poco duro, aunque es algo que te sirve para aprender a sacarte las castañas del fuego.
- Y ahora, de adulto, continúa viajando.
- Trabajo de comercial en una empresa pequeña y me tocan todos los mercados.
- ¿Cuántos países conoce?
- He estado en 50 países diferentes, pero el que haya estado en ellos no quiere decir que los conozca. En el mundo en el que me muevo no resulta raro, porque toda la gente viaja mucho en misiones comerciales. Sé de un chico que ha estado incluso en 70. En mi entorno de amigos sí que es más raro.
- Lo de las misiones comerciales suena a viaje relámpago.
- Es cierto. Esta semana me marcho a México. Luego estaré dos días en Costa Rica y otros dos en Panamá. No es que dé tiempo a ver muchas cosas, la verdad. Sí que aprovecharé para ir a ver a un amigo que vive en Chiapas y conocer el lugar.
- ¿Qué valora más de su estancia en un país?
- No soy de los que van a ver monumentos. Prefiero conocer las culturas, escuchar a la gente, que te cuenten su vida... De esa inquietud surge la idea de hacer un viaje solidario.
- Hábleme de ese tipo de viajes. ¿Cómo se le ocurrió participar en uno de ellos?
- Tengo una amiga de Vizcaya que había hecho dos o tres viajes solidarios y siempre me animaba a probar la experiencia, lo mismo que mi exnovia, pero yo nunca tenía tiempo. En un viaje que hice por trabajo a Perú hace tres años fui a ver a una amiga que se había ido allí como cooperante de Unicef. Fue algo que me marcó mucho. Estuve en pueblos en los que no había casi ni agua y las casas estaban colgando. Los valores de la gente eran diferentes. Lo poco que tenían te lo ofrecían. Te hace darte cuenta que los problemas que tenemos aquí son insignificantes.
- Así que sacó tiempo y se fue a Bolivia, ¿no?
- Me fui con la ONG Sodepaz. Ha sido un viaje que nos ha marcado a todos los que tomamos parte en él. Te encuentras con pueblos muy pobres, en los que la vida no tiene nada que ver con la que podemos llevar nosostros. Más que ayudar, aprendes.
- ¿En qué consistió la experiencia?
- Constaba de dos apartados. Primero estuvimos en Sucre con una escuela móvil que se desplazaba a los lugares en los que los niños no podían ir al cole. Mientras los pequeños trabajaban, les enseñábamos matemáticas y otras asignaturas de forma casi individualizada. Era algo muy agradecido. La segunda parte consistió en una estancia en la zona más pobre de Bolivia, donde hay 0 kilómetros asfaltados. Se necesitaban tantas cosas que no sabías ni por dónde empezar.
- ¿Repetirá?
- Este año no creo que pueda, pero sí que lo haré más adelante. Tengo pensado volver a Latinoamérica con unos amigos. También me gustaría ir a África. Conozco un poco el Norte por trabajo, pero no sé si estoy preparado para lo que me pueda encontrar en Ruanda o Somalia, por ejemplo.
- ¿Qué recomendaría a quienes traten de realizar un viaje así?
- Que vayan con alguna ONG y con amigos, para que puedan compartir la experiencia.
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Estados Unidos, Dubai, Francia, Costa Rica... El pasaporte de Zigor Vázquez es un reflejo de su ajetreada vida. Hoy en Donosti, la semana que viene en México, la siguiente en algún remoto país. De la mano de la ONG Sodepaz ha aprendido a conjugar su pasión por los viajes con la satisfacción de ayudar a los demás. El jueves mostrará su experiencia a través de las fotografías que se expondrán en el Centro Cultural Ernest Lluch durante la conferencia Bolivia entre la crisis y el cambio, que ofrecerá Franz Barrios.
- Cuénteme su última aventura por el mundo.
- En noviembre hice un viaje por motivos laborales a Jordania, Arabia Saudí, Irán y Dubai, y me pasó algo un poco curioso. Era la tercera vez que visitaba Irán y no esperaba encontrar grandes cambios. Sin embargo, cuando llegué, además de la documentación necesaria para entrar en el país, me exigieron una carta de presentación que no llevaba. De nada sirvió que dijera que iba a ver a unos clientes. Me echaron del país, me deportaron.
- ¿De verdad le deportaron?
- Sí, por primera vez. Me dieron un billete de vuelta a Dubai y no veas los problemas que tuve para encontrar hotel. Acababa de terminar el Ramadán y aquello era como Las Vegas en Estados Unidos. Al final, conseguí donde alojarme, pero estuve dos días con la maleta perdida.
- Menuda odisea...
- No se me olvidará.
- Dicen de usted que es un viajero empedernido.
- Tengo la suerte de viajar mucho por trabajo. Es algo que te permite conocer mundos muy diferentes. He estado en Latinoamérica, en Australia, en distintos países árabes... Es muy enriquecedor. Conoces mucha gente y otros puntos de vista. Ten en cuenta que lo que yo hago son viajes de trabajo y si tienes buena relación con el cliente, puedes integrarte más en la cultura local que si haces un viaje turístico.
- Se nota que disfruta.
- Me lo inculcaron mis padres. Empecé a viajar con 9 años. Pasaba los veranos en Inglaterra, hice tercero de bachillerato en Estados Unidos y estuve dos años de Erasmus en Francia. Al principio me resultaba un poco duro, aunque es algo que te sirve para aprender a sacarte las castañas del fuego.
- Y ahora, de adulto, continúa viajando.
- Trabajo de comercial en una empresa pequeña y me tocan todos los mercados.
- ¿Cuántos países conoce?
- He estado en 50 países diferentes, pero el que haya estado en ellos no quiere decir que los conozca. En el mundo en el que me muevo no resulta raro, porque toda la gente viaja mucho en misiones comerciales. Sé de un chico que ha estado incluso en 70. En mi entorno de amigos sí que es más raro.
- Lo de las misiones comerciales suena a viaje relámpago.
- Es cierto. Esta semana me marcho a México. Luego estaré dos días en Costa Rica y otros dos en Panamá. No es que dé tiempo a ver muchas cosas, la verdad. Sí que aprovecharé para ir a ver a un amigo que vive en Chiapas y conocer el lugar.
- ¿Qué valora más de su estancia en un país?
- No soy de los que van a ver monumentos. Prefiero conocer las culturas, escuchar a la gente, que te cuenten su vida... De esa inquietud surge la idea de hacer un viaje solidario.
- Hábleme de ese tipo de viajes. ¿Cómo se le ocurrió participar en uno de ellos?
- Tengo una amiga de Vizcaya que había hecho dos o tres viajes solidarios y siempre me animaba a probar la experiencia, lo mismo que mi exnovia, pero yo nunca tenía tiempo. En un viaje que hice por trabajo a Perú hace tres años fui a ver a una amiga que se había ido allí como cooperante de Unicef. Fue algo que me marcó mucho. Estuve en pueblos en los que no había casi ni agua y las casas estaban colgando. Los valores de la gente eran diferentes. Lo poco que tenían te lo ofrecían. Te hace darte cuenta que los problemas que tenemos aquí son insignificantes.
- Así que sacó tiempo y se fue a Bolivia, ¿no?
- Me fui con la ONG Sodepaz. Ha sido un viaje que nos ha marcado a todos los que tomamos parte en él. Te encuentras con pueblos muy pobres, en los que la vida no tiene nada que ver con la que podemos llevar nosostros. Más que ayudar, aprendes.
- ¿En qué consistió la experiencia?
- Constaba de dos apartados. Primero estuvimos en Sucre con una escuela móvil que se desplazaba a los lugares en los que los niños no podían ir al cole. Mientras los pequeños trabajaban, les enseñábamos matemáticas y otras asignaturas de forma casi individualizada. Era algo muy agradecido. La segunda parte consistió en una estancia en la zona más pobre de Bolivia, donde hay 0 kilómetros asfaltados. Se necesitaban tantas cosas que no sabías ni por dónde empezar.
- ¿Repetirá?
- Este año no creo que pueda, pero sí que lo haré más adelante. Tengo pensado volver a Latinoamérica con unos amigos. También me gustaría ir a África. Conozco un poco el Norte por trabajo, pero no sé si estoy preparado para lo que me pueda encontrar en Ruanda o Somalia, por ejemplo.
- ¿Qué recomendaría a quienes traten de realizar un viaje así?
- Que vayan con alguna ONG y con amigos, para que puedan compartir la experiencia.